Introducción histórica a la represión en Córdoba y recuperación de la Memoria.
El inicio de la sublevación militar en el protectorado de Marruecos en la tarde del 17 de julio de 1936, pronto conocería su réplica entre las guarniciones peninsulares, significando el fracaso del “Golpe Militar de 1936” en la mayor parte de éstas, lo que supondría el inicio de la guerra civil.
En el caso de Córdoba, la sublevación dio comienzo en el mediodía del 18 de julio, una vez que el general Queipo de Llano comunicó al coronel Ciriaco Cascajo, comandante militar de Córdoba y jefe del Regimiento de Artillería Pesada Nº1, el triunfo de la sublevación en Sevilla, ordenándole la proclamación del Bando de Guerra.
En una situación de calma tensa las autoridades republicanas de la ciudad habían tomado las medidas oportunas de acuerdo con las instrucciones recibidas desde el ministro de la Gobernación en Madrid. Así, el gobernador civil Rodríguez de León, reunido en las dependencias del gobierno civil con distintos líderes de la izquierda cordobesa, los mandos de la Guardia Civil (Coronel Francisco Marín y Teniente Coronel Mariano Rivero), y al amparo de las fuerzas de Seguridad y Asalto bajo el mando del capitán Manuel Tarazona Anaya, se procura movilizar a los barrios populares ante la eventualidad de la salida de las tropas del Cuartel de Artillería, promoviendo así mismo la formación de una columna de milicianos en Peñarroya-Pueblo Nuevo, aunque descartando el reparto de armas entre la población.
La salida de las tropas a las calles de Córdoba no se produciría hasta en torno las 17:45 horas de las tarde, aun siendo vox populi el comienzo de la insurrección de la guarnición al mediodía, como constata el bullicio que se vive en la tarde, destacando la afluencia de derechistas locales hacia el Cuartel de Artillería con objeto de empuñar las armas contra las autoridades republicanas. Cascajo dispondría la colocación de varias baterías en el centro de la ciudad, aunque mostrando dilación en la toma de los edificios gubernamentales toda vez que la suma de las fuerzas de la Guardia Civil a la sublevación no estaba asegurada, lo que podría significar un combate a dos bandas con las fuerzas de la benemérita y los de Asalto. Finalmente optaría por la detención y destitución de sus mandos naturales procediendo al nombramiento del comandante Luis Zurdo Martín. Sumada la Guardia Civil al golpe Zurdo sería enviado al Gobierno Civil para negociar su rendición, siendo no obstante detenido en su interior. Finalmente, tras varias descargas de artillería y constatado el hecho de que los esperados refuerzos prometidos por Madrid no llegarían, Rodríguez de León optaría por la rendición, procediéndose a la detención inmediata de los ocupantes del edificios.
Por lo que respecta a la toma del Ayuntamiento, esta no sería tan espectacular. Cuando las fuerzas que lo rodeaban se decidieron a asaltarlo encontraron las dependencias vacías, concluyendo la huida de los concejales –reunidos desde la tarde del 17- a través de las dependencias del parque de bomberos.
A la destitución de las autoridades republicanas, seguirá la usurpación de las funciones gubernativas por parte de los sublevados bajo el amparo del Bando de Guerra. Así Cascajo dispondrá los nombramientos de Salvador Muñoz Pérez como alcalde, José Marín Alcázar como Gobernador Civil y Eduardo Quero Goldoni como Presidente de la Diputación Provincial, todos ellos acompañados de una mezcla de militares en la reserva, propietarios agrarios y comerciantes, que en conjunto representan a la derecha más tradicional. Estos nombramientos se completan con el del comandante Zurdo como Delegado de Orden Público, relevado a partir del 22 de septiembre por el Teniente Coronel de la Guardia Civil Bruno Ibáñez – «Don Bruno»- de aciago recuerdo en Córdoba, al ser éstos los artífices de la gran represión que se desencadena desde el verano de 1936.
A propósito de la represión, esta debe ser comprendida como un elemento indispensable dentro del programa de los sublevados, ante la superioridad numérica del proletariado rural y urbano, especialmente en el sur. Esto queda claro en virtud de la primera de las instrucciones dictadas por Mola:
«La conquista del poder ha de efectuarse aprovechando el primer momento favorable y a ella han de contribuir las Fuerzas Armadas, conjuntamente con las aportaciones que en hombre y elementos de todas clases faciliten los grupos políticos, sociedades e individuos aislados que no pertenezcan a partidos sectas y sindicatos que reciben inspiraciones del extranjero: socialistas, masones, anarquistas, comunistas, etc. […] Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas. Conquistado el poder, se instaurará una dictadura militar que tenga por misión inmediata restablecer el orden público, imponer el imperio de la ley, y reforzar convenientemente al ejército, para consolidar la situación de hecho que pasará a ser de derecho».
Así la represión adquiere un componente fundamental al aniquilar y anular al adversario –o al menos a parte los elementos más destacados del mismo- tanto física como simbólicamente (este último componente es especialmente significativo en el caso de las mujeres), sirviendo el terror derivado como elemento desvertebrador de las fuerzas de la oposición. En esta misma línea, Moreno Gómez señala los cuatro elementos sobre los que se sustenta el «genocidio franquista»: la aniquilación física, económica, cultural y biológica. Todos estos aspectos deben ser considerador de cara a la investigación de la represión en su globalidad.
Córdoba no sería una excepción a la barbarie represiva siendo su balance “el exterminio de las personalidades republicanas y del Frente Popular, así como del sector laico de la sociedad cordobesa, intelectuales liberales (médicos, maestros…) y por supuesto, el aniquilamiento de las organizaciones obreras y partidos de izquierda” El fenómeno represivo en la capital ha sido ampliamente estudiado por Moreno Gómez quien señala una serie de fases en el desarrollo de la primera oleada represora, iniciándose ésta con la persecución arbitraria sobre elementos de los partidos y sindicatos del Frente Popular a instancias de Eduardo Quero –bajo la protección de Cascajo y Queipo- , para pasar a una intensificación de la represión bajo el mando del comandante Zurdo, hasta la sistematización del terror de «Don Bruno», aportando una cifra mínima de 2.172 asesinatos durante 1936. A estas muertes habrían de sumarse tanto las producidas hasta 1939, como aquellas producto de la represión de posguerra (tanto fusilamientos por consejo de guerra como muertes en prisión), siendo el destino de la gran mayoría de cuerpos las fosas de los cementerios cordobeses. No obstante, tal y como matiza el propio autor, durante los primeros días de la represión fueron múltiples los lugares de fusilamiento, siendo habitual la exposición de los cuerpos a la intemperie hasta un eventual traslado al cementerio, sistematizándose con posterioridad los fusilamientos en las tapias y la inhumación en fosa común.
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Córdoba y la recuperación de la memoria histórica
La década de inicio de los dos mil se ha constituido como un punto de inflexión en las demandas civiles de recuperación de la memoria histórica. La conformación de asociaciones memorialistas, el inicio de las primeras exhumaciones bajo la supervisión estatal o el desarrollo de las primeras leyes que abordaran estas necesidades, en términos estatales y autonómicos, afloran en dicho lapso temporal.
En el caso de la provincia de Córdoba, a lo largo de este periodo, familiares, distintas asociaciones, sindicatos o agrupaciones políticas han trabajado para lograr distintos objetivos, algunos de los cuales aún no han podido lograrse, pero existe constancia pública de dichas reivindicaciones:
- Localización y exhumación de fosas en la provincia.
- Corrección del callejero y mobiliario urbano (retirada de la placa a Ciriaco Cascajo; modificación del nombre de la Calle Cruz Conde)
- Construcción de memoriales (Muros de la Memoria, solicitudes para llamar a una calle René Lafont )
- Generación de material didáctico para acercar a las nuevas generaciones a estas temáticas
- Elaboración de un listado de víctimas público
- Apertura de una Oficina de Atención a las víctimas